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sábado, 14 de abril de 2018
El misterio de amor de Piscis
El misterio de amor de Piscis
Así como el alma «nace» simbólicamente en la inocente irreflexión de Aries, así también «muere»
simbólicamente — o deja el doloroso plano terrenal — para ingresar en la compasiva humildad y la
sensibilidad mística de Piscis. En la etapa del signo solar Piscis, el hombre y la mujer en vías de desarrollo
empiezan a comprender vagamente el secreto del tiempo como un eterno AHORA, capaz de ver (en distinta
medida) el pasado, el presente y el futuro como una sola cosa. Esta es la tercera y última incursión del alma en
el elemento Agua sensible — su cuarta y última vibración como comunicador mutable — y la última
experiencia bajo las fuerzas nocturnas negativas y femeninas.
En términos ideales, cuando el alma ha llegado a la etapa de Piscis, ha alcanzado el esclarecimiento
espiritual en el largo viaje a través de los misterios del amor que ha experimentado en los once signos solares
precedentes. Si no ha sido así, debe volver a las experiencias vibratorias de determinado signo solar del
círculo astrológico, para aprender las lecciones que no asimiló en razón de haberlas pasado por encima con
demasiada prisa en las anteriores etapas de encarnación. Pero cada uno de estos retornos comunica una nueva
vulnerabilidad a la lección de ese signo solar... una nueva avidez interior por aprender su esencia positiva y
desechar la negativa. Desde luego, algunas almas superiores o avanzadas resuelven volver a la Tierra, por su
propia voluntad, después de haber llegado a la etapa de Piscis, para rescatar a quienes aún permanecen en las
tinieblas. Sin embargo, aquí nos ocupamos de la obligación y la configuración del Piscis medio.
En el nivel de Piscis, el hombre y la mujer han pasado al menos una vez por las doce etapas de iniciación, y
muchos han tenido que remontarse atrás y volver sobre sus pasos centenares de veces en el curso de esta
experiencia, porque Piscis es el más difícil de comprender y conocer a fondo, entre los doce signos solares.
Generalmente esta hazaña no se logra la primera vez que se recorre la rueda de la vida, excepto cuando se
hace un vehemente despliegue de deseo y voluntad, lo cual tampoco significa que la proeza sea impracticable.
Pero éste es un camino que, hasta ahora, sólo han elegido unos poquísimos individuos. Por ello la astrología
enseña que Piscis es un «alma vieja»... y ésta también es la razón por la cual no todo hombre o mujer Piscis es
el paradigma de la gracia espiritual, y por la cual algunos nadan por aguas peligrosamente próximas a las
llamas del Infierno de Dante. El Pez vive en dos mundos, y experimenta simultáneamente el cielo y el
infierno.
Merced a la sabiduría secreta de su planeta rector, Neptuno, los Piscis saben que la aflicción y la fealdad no
forman parte del plan divino. Han vislumbrado la belleza de la verdad, y el fulgor de esta visión mística
genera el anhelo de apartarse de las vibraciones negativas del plano terrenal. Por tanto Piscis elude a menudo
la confrontación y la tensión y se evade por la ruta de las drogas, el alcohol, los ensueños diurnos, la creación
artística, la elaboración de teorías filosóficas, la meditación o el retiro religioso. Los Piscis pueden convertirse
en maestros, monjes, monjas, místicos, artistas, músicos, compositores, matemáticos abstractos y matemáticos
muy intuitivos... o pueden optar por zambullirse en las aguas cenagosas del alcoholismo y la drogadicción, e
incluso de la locura. Se trata de una vibración difícil y complicada para el alma, porque la experiencia de este
signo solar está preñada de tentaciones para el hombre o la mujer Piscis.
Como los Peces han «pasado por todo» en el nivel inconsciente, sienten una compasión natural por los
problemas de quienes los rodean. El alma de Neptuno está íntimamente familiarizada con las vicisitudes de la
vida, comprende las debilidades de la naturaleza humana, y por consiguiente tiende a apiadarse de las
flaquezas del hombre y la mujer, en lugar de condenarlas. Ello explica por qué estas «viejas almas» se
convierten tan a menudo en las receptoras de los secretos, tribulaciones, preocupaciones y aprensiones de
todos los demás. Sin embargo, su instinto inicial consiste en volver la espalda a las complicaciones
engorrosas, en todas sus formas. Sólo cuando el Pez encuentra el coraje necesario para enfrentar sus propios
problemas con la misma sabiduría espiritual que suministra a los demás, se pueden sondear los misterios de
Neptuno.
Mediante esta «iniciación por la muerte» (muerte del yo humano) el alma se hace más condescendiente,
más benévola, y adquiere la capacidad de entender mejor su auténtica relación con los Co-Creadores... a
medida que Piscis afirma: «YO CREO». Para materializar la gloria y la verdad cabales del amor, el Pez puede
recurrir, si así lo desea, a la inocencia de Aries, a la paciencia de Tauro, a la perspicacia de Géminis, a la
percepción de Cáncer, a la nobleza de Leo, al discernimiento de Virgo, al criterio de Libra, a la agudeza de
Escorpión, a. la honestidad de Sagitario, a la sabiduría de Capricornio... y al humanitarismo de Acuario. Pero
a veces estos múltiples fragmentos de conocimientos y talentos secretos sólo sirven para confundir a Piscis, y
lo impulsan a seguir el camino más fácil de la no resistencia pasiva.
Las cualidades positivas de Piscis son la humildad, la compasión, la sensibilidad, la agudeza espiritual, la
comprensión psíquica, la clarividencia filosófica y el potencial terapéutico. Expresadas en su forma negativa
se convierten en timidez, aprensión, masoquismo, ociosidad, proclividad al embuste y falta de voluntad.
Para Piscis, el amor implica una sumisión generosa del yo a los deseos de la persona necesaria para alcanzar
la Totalidad. El Pez experimenta más placer cuando da que cuando recibe, se siente más feliz cuando sirve
que cuando es servido. Sin embargo el enigmático Neptuno pone a prueba el alma de Piscis con la tentación
de múltiples experiencias sexuales y románticas... flotando de un amorío a otro.
El receloso Pez se vale de este comportamiento promiscuo se convierte en un recluso romántico — para rehuir
al peligro de que lo «pesquen» mediante un compromiso emocional profundo o permanente. Pero el hombre o
la mujer Piscis que se resiste a la tentación de buscar sólo el placer del amor para evitar su dolor, recibe una
valiosa recompensa cuando desentraña el misterio último del amor. Entonces él o ella vislumbra por primera
vez, en el curso del cansador peregrinaje del alma, la auténtica pasión de fusionar en una trinidad la mente, el
corazón y el espíritu, de lo cual resulta un raro éxtasis físico: la lejana promesa primaveral de un milagro, que
el amor formuló en Aries, se cumple por fin en Piscis.
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