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sábado, 14 de abril de 2018
prefacio
prefacio
Como la sombra de Peter Pan, la curiosidad acerca de la compatibilidad astral sigue al astrólogo «por el
segundo lugar de la derecha y sin parar hasta la mañana». Es inevitable que en cada reunión alguien le
formule una pregunta de esta índole: «¿Cómo se lleva Sagitario con Piscis?». Típicamente, en los programas
de radio y televisión, y en las entrevistas periodísticas, el profesional de la astrología tropieza invariablemente
con: «Mi marido es Leo y yo soy Acuario. ¿Por eso reñimos tanto?», o: «¿Con qué signo le conviene casarse
a un Géminis?».
Todos desean conocer las reglas básicas del juego de la combinación y el apareamiento de los signos
solares. Incluso me he encontrado inerme en el sillón del dentista, en plena extracción de una muela, mientras
el profesional me decía: «No se trata de que yo crea en la astrología, ¿pero qué posibilidades tengo con una
mujer Capricornio?».
Ahora bien, aquellos de vosotros que fuisteis jóvenes (y que, según espero, lo seguís siendo), sabéis lo que
Campanilla de Bronce le advirtió a Peter Pan: «Cada vez que un niño dice que no cree en las hadas, un hada
cae muerta en alguna parte». Asimismo, cada vez que alguien comenta que no cree en las estrellas, una
relación humana cae muerta en alguna parte, pues le falta la comprensión que podría haber extraído del cono-
cimiento básico de la astrología... y esto no es una fantasía. Es un hecho. El arte y ciencia más antiguo del
mundo no tiene nada de misterioso, a menos que optéis por considerar «misteriosos» los milagros de amor y
tolerancia que emanan de su empleo. Dejando de lado la semántica, da resultados, cualquiera que sea el
calificativo que le apliquéis.
En cuanto a esos conocidos personajes del País de Nunca Jamás, Peter Pan y Wendy, si bien he utilizado
algunos de sus comentarios, a lo largo de este libro, para simbolizar, en diversas circunstancias, ciertas
características de los doce signos astrológicos, el Sol natal personal de Peter Pan se hallaba en el elemento
Aire mutable de Géminis cuando él fúe creado. ¡Oh, sí! Peter era un signo solar Géminis... a pesar de que
utilizo citas específicas suyas para simbolizar otros signos del libro. Era un signo solar Géminis que deseaba
no crecer nunca, que buscaba algo que nunca podía terminar de hallar, que estaba eternamente destinado a
sentirse seguro sólo de su propia sombra y nunca de otro ser humano... hasta que, confiemos en ello,
aprendiera por fin la lección del amor mediante el esclarecimiento eventual.
Wendy era evidentemente una Cáncer: maternal, posesiva, afable e imaginativa, y ensayaba sus alas en un
vuelo de fantasía bajo la Luna llena, como a menudo lo hacen las doncellas lunares. Como veis, no estaban
asociados por una sólida armonía de signos solares, de manera que reñían de cuando en cuando, y cada uno de
ellos oía una melodía distinta. Wendy terminó en el último capítulo como terminan casi todos los Cáncer: a
salvo y segura. Aunque su corazón anhelara ansiosamente volver a volar, optó por el hogar, el matrimonio y
los hijos, como sueños finales, en tanto que Peter, como casi todos los Géminis, continuaba su búsqueda
eterna de un arco iris más refulgente, allá lejos... aún obsesionado por dos deseos gemelos: el de sentar la
cabeza junto a Wendy, y el no menos vehemente de seguir siendo libre... y fiel a sí mismo.
Pero cuando Wendy nació, la Luna seguramente estaba en Acuario, en aspecto trígono (armonioso) con el
Sol Géminis de Peter, y ésta fue la razón por la cual, al principio, voló con él... y prometió volver a limpiarle
la casa todas las primaveras.
Vale la pena invertir tiempo y esñierzos en comparar dos horóscopos en busca de compatibilidad, porque cuando
encontráis una relación en trígono, en sextil o en conjunción entre los respectivos signos solar y lunar (los
signos transitados por el Sol y la Luna a la hora de ambos nacimientos), más un intercambio positivo de los signos
siñiados en los ascendentes con las luminarias, el amor asume una dimensión más profunda. Todo amor es
capaz de trasmutar los deseos en realidad, pero el amor entre dos seres cuyas auras personales se han
amalgamado armónicamente, de esta manera, genera las vibraciones a las que se refieren los poetas, y puede
manifestar una magia maravillosa.
Entre los millones de parejas de la Tierra que procuran alcanzar (o han alcanzado) juntas una dicha y una
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realización satisfactorias, y entre aquellas que aún se debaten en medio de una difícil prueba sexual kármica,
transitan aquellas otras, muy raras, que reciben la designación esotérica de «compañeros del alma» o «almas
gemelas».
A veces ocurre que un hombre y una mujer se encuentran, y reconocen instantáneamente a la otra mitad de su
propio ser tras los ojos del otro. Los ojos han sido correctamente designados con el nombre de «ventanas del
alma». Incluso sus voces les resultan recíprocamente conocidas, como un acorde musical recordado. Éstos son
dos seres que captan enseguida el hecho inalterable de que han sido, son y deberán ser siempre uno, aunque
hayan luchado contra su hado durante siglos y se hayan esforzado en vano por evadirse de su destino común.
Casi desde el primer momento en que se encuentran y se miran el uno al otro, sus espíritus confluyen
jubilosamente, reconociéndose, desdeñando todas las convenciones y cosñimbres, todas las reglas sociales de
comportamiento, impulsados por un conocimiento interior que no pueden negar, pues es demasiado arrollador.
Inexplicablemente, a menudo sin pronunciar una palabra, saben que sólo podrán alcanzar la integridad el uno
mediante el otro... y que sólo podrán ser completos en todos los sentidos cuando esténjuntos.
De alguna manera se sienten inmortales, y lo son... porque este nivel de amor puede conferir el
conocimiento inicial de la conquista de la longevidad multisecular en el mismo cuerpo carnal, en el plano de la
Tierra, así como la materialización del cambio de cuerpos carnales (los templos del alma) en un estado
plenamente consciente, sin el «coma» denominado muerte. La solución del problema de «superpoblación»
que se planteará en el caso de que todos los habitantes de la Tierra logren este objetivo, será analizada con
más detenimiento en un futuro libro.
Tampoco intentaré describir aquí detalladamente el origen y el destino final de las almas gemelas, porque
lo he hecho en otro libro, titulado Gooobers, que se publicará en el futuro próximo. Pero el tema de los
compañeros del alma o almas gemelas despierta una curiosidad tan acuciante, que merece una explicación,
aunque incompleta, en este mismo contexto.
El hombre y la mujer que son compañeros del alma casi no necesitan pronunciar las palabras «Te amo»,
pues están seguros de que deberán ser el uno para el otro en la encarnación (ciclo vital) presente, o (como
consecuencia de complicaciones kármicas) al cabo de muchos siglos. La fórmula de la ceremonia matrimonial
— «que ningún hombre separe lo que Dios ha unido» — se refiere a estas personas. Sin embargo esta
advertencia es innecesaria, y sólo se trata de un ritual simbólico, porque ningún hombre puede romper el
vínculo entre las almas gemelas. Ni siquiera ellas mismas. Ni ninguna energía del Universo. La fuerza que las
creó es todopoderosa e indestructible. Es posible que el lazo se debilite, que la unión y la consumación finales se
aplacen, pero nada podrá separarlas definitivamente. Es infinita la dicha que podrán reivindicar — cuando lo
deseen — según una tabla cronológica dictada por el libre albedrío de los ángeles superiores de sus propias
personas. (La superconciencia o supraconciencia de cada uno.)
A este tipo de atracción magnética instantánea se lo denomina a menudo «amor a primera vista», el cual no es
un azar del destino, sino algo muy real. Es algo más que una curiosa coincidencia que las almas gemelas confluyan
en el momento apropiado, en medio de la inmensidad del mundo. El entrecruzamiento de sus caminos ha sido
predestinado en un nivel superior de conciencia. Es tan cierto que determinadas energías espirituales actúan
para producir estos encuentros, como que la migración de las aves y el retorno de los cometas están
gobernados por una ley universal análoga. Su confluencia es controlada por las operaciones del Karma, que
no es más que la suma total de las causas movilizadas en el pasado... y éstas determinan infaliblemente las
condiciones del presente. Cuando llega la hora de que las almas gemelas se encarnen, éstas son enviadas a la
Tierra y revestidas de carne (una vez más, los cuerpos son los templos del alma) por la acción de
determinadas fuerzas de tiempo-energía, en el momento de la Cronología Terráquea en que ciertas
configuraciones planetarias generan las condiciones propicias. Estas fuerzas de tiempo-energía son de
naturaleza electromagnética, pero más complejas de lo que esta palabra da a entender.
Ninguno de nosotros puede controlar los resultados finales de las causas que iniciamos o pusimos en acción
en nuestras vidas pasadas, aunque sí podemos controlar nuestras reacciones a los resultados que estas causas
pasadas producen en nuestra vida acñial. La personalidad superior posee el «libre albedrío» para modificar
estos acontecimientos kármicos, y nosotros podemos adquirir este poder si aprendemos a sintonizamos o co-
municarnos con la personalidad superior (supraconciencia). Pero en el nivel consciente el «libre albedrío»
sólo puede realizarse en el futuro, porque, en esa corriente siempre fluida que llamamos presente, ponemos en
marcha, mediante acciones que iniciamos ahora y mediante reacciones a causas pasadas, las condiciones
futuras con las que tropezaremos inevitablemente.
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En cuanto a las influencias planetarias específicas de las natividades (horóscopos o cartas natales) de dos
personas, influencias éstas que le revelan al astrólogo que se trata de almas gemelas, lo cierto es que son
demasiado complejas para explicarlas exhaustivamente en este libro, en toda su magnitud, y deberemos dejarlas para
otro volumen programado, que se ocupará de este tema y otros afines. Pero suponiendo que dichas influencias
planetarias estén presentes en las cartas respectivas de los enamorados, se revela un destino en el cual los dos se
encontrarán involuntariamente y en el cual será imposible separarlos, incluso mediante la experiencia de la
muerte, excepto durante intervalos de tiempo terráqueo, destinados a la verificación kármica de las almas. Durante
estos períodos de separación, ya sean breves o prolongados, las dos personas se sienten solas, vacías e incompletas.
Sin embargo, incluso durante estas interrupciones temporales de su convivencia, existe entre ellas una
comunicación astral constante, pulsante, porque aun entonces se hallan unidas por un cordón que las conecta a
través de la distancia.
Recientemente una mujer que conozco se hallaba sumida en un estado de ansiedad emocional, y
experimentaba una necesidad desesperada de conectarse con el hombre que amaba (un alma gemela), el cual
se hallaba fuera del país. No tenían cómo comunicarse por teléfono o por carta. Una noche estaba postrada en
la cama, en la oscuridad, e intuía marcadamente su presencia pero se sentía frustrada porque no podía verlo ni
oírlo ni tocarlo, y de pronto exclamó en voz alta, involuntariamente: «¿Oh, por qué no me oyes cuando te
llamo?». La lámpara colocada sobre el escritorio, en el otro extremo de la habitación, se encendió
súbitamente. Al mismo tiempo, una gran margarita de papel que él le había regalado meses atrás, cayó al
suelo. La mujer se sentó en el lecho, atónita, miró la lámpara y la margarita caída, y volvió a hablar en voz
alta. «Si has sido verdaderamente tú quien encendiste la luz, ¿puedes darme una señal de que tu cuerpo astral
está realmente aquí, apagándola ahora mismo?» Enseguida el interruptor de la lámpara chasqueó
audiblemente y dejó la habitación a oscuras... e inmediatamente volvió a chasquear poblándola de luz. Antes
del episodio la lámpara había estado apagada durante varias horas, de modo que no se trató de un corte de
energía.
Lo que sucedió no tenía absolutamente ninguna explicación científica. Ni la bombilla ni el interruptor
estaban flojos, y tampoco había ninguna avería en la conexión o el enchufe. Todo fue minuciosamente
comprobado. En cuanto a la margarita, había pasado muchos meses firmemente implantada en su lugar,
adherida a un cuadro que colgaba de la pared, hasta ese momento imprevisto. Las leyes de la metafísica
explican fácilmente semejantes «milagros». El alma gemela de la mujer había captado la necesidad de ésta, y
había respondido, guiada astralmente por sus respectivas personalidades superiores, a través del cordón azul
plateado que las conectaba: un hilo de luz capaz de impresionar materialmente la visión física de un
parapsicólogo o un sensitivo experto. Más tarde la mujer se enteró de que exactamente a la misma hora él
realizaba esfuerzos ansiosos para comunicarse con ella. Quienes aman lealmente, y quienes saben utilizar el
cordón de energía eléctrica que los une, no necesitan de la Western Union, ni del correo, ni de la telefónica,
para comunicarse. Siempre están en contacto mediante su «telégrafo» astral. Ha habido incontables casos
análogos entre dos personas asociadas por todo tipo de relaciones de amor: padres e hijos, amigos íntimos,
maridos y esposas... y amantes.
Aún oímos los clamores de la ciencia: «¡Dadnos hechos, hechos, hechos!». La astronomía y la ciencia, son
incapaces ambas de ver el gran bosque metafísico del conocimiento a través de los árboles de la baja
matemática y la baja física, sin el prefijo «meta», en tanto que la metafísica podría explicar tantos misterios.
«Meta» es una palabra griega que significa, sencillamente, «más allá». ¿La verdad reside más allá de la
ficción del hecho? Einstein tenía conciencia de ello. Sí, el abstracto Albert lo sabía. Algún día muy próximo,
en esta naciente era de Acuario, el descubrimiento de instrumentos suficientemente sensibles para medir la
tremenda energía del campo magnético del amor demostrará cómo sus impulsos eléctricos pueden dejar en
suspenso las leyes de la Naturaleza (pero no perjudicialmente), invertir la gravedad (y también el proceso de
envejecimiento, mediante la regeneración celular), aumentar la comunión telepática y producir muchas otras
manifestaciones milagrosas, incluida la evocación consciente de encarnaciones anteriores, lo cual por fin
convencerá a la ciencia escéptica. Sí, el amor puede lograr todo esto, si el deseo es suficientemente vehemente
y si la motivación no es egoísta... cuando se movilizan suficiente fe y suficiente voluntad. Ocurre todos los
días.
Testigos fidedignos han observado frecuentemente cómo una mujer de cuarenta y cinco kilos puede
levantar las ruedas de un camión de dos toneladas si su hijo está atrapado debajo de ellas: una inversión total
de las leyes físicas que concuerda empero perfectamente con las leyes de la meta-física. El amor es mucho
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más que una emoción o un sentimiento. El amor es un impulso eléctrico positivo. La ciencia aún no ha
perfeccionado instrumentos suficientemente delicados o refinados para detectar estos impulsos, que, sin
embargo, existen. Los «científicos» tampoco creyeron en las ondas electrónicas de la radio hasta que pudieron
medirlas.-., y sin embargo ahí estaban, siempre. Como escribió H. T. Buckle en su History of Civilization in
England: «... habitualmente pasan unas pocas generaciones y entonces comienza un período en el cual estas
mismas verdades son interpretadas como hechos comunes: y un poco después comienza otro período en el
cual son declaradas necesarias, e incluso la mente más obtusa se pregunta cómo fue posible que alguna vez las
negaran».
Durante la trabajosa búsqueda del alma gemela habrá muchas desviaciones, muchas relaciones que al
principio parecerán genuinas y después se diluirán en la indiferencia y el hastío. Incluso cuando por fin se
descubre el alma gemela, a menudo se producen muchas complicaciones y verificaciones que causan
sufrimientos temporales. Sólo la práctica continua y consecuente de la tolerancia y la clemencia puede aliviar
el dolor. El intercambio de dolor por dolor sólo genera la certidumbre futura de una reacción análoga, de más
dolor, por obra de la causa y el efecto kármicos.
A veces, parece que los problemas de dos personas que se aman son insolubles, que el muro que los separa
es tan alto que no podrán salvarlo. Pero sus problemas se disiparían, desaparecerían sencillamente, si sólo
pusieran en contacto sus manos, o sus corazones, o sus mentes, o incluso sus narices, y susurraran una sola
palabra: «¡magia!». Porque el amor es magia, el poder secreto que todos los que aman poseen sin saberlo.
Aunque el trauma sea enorme, aunque las palabras sean crueles, el amor lo borrará todo, como si nunca
hubiera existido. Pero no si quien ha infligido el dolor no lo desea y no se esfuerza... no si quien ha sido
profundamente herido carece de la capacidad de perdonar. El deseo, el esfuerzo y el perdón, combinados, son
necesarios para liberar la füerza y el poder del amor.
La legendaria búsqueda del Santo Grial implica una búsqueda doble. En el nivel material o terrenal, gira en
torno de la copa concreta de la cual el Nazareno bebió en la Última Cena, y que según los antiguos fue
enterrada cerca del lugar donde los sacerdotes druidas (descendientes de los esenios) celebraban sus ritos
místicos... copa cuyo descubrimiento es inminente en la era del Aguador.
En un plano más sublime, místico, cada ser humano concluye con éxito la búsqueda del Santo Grial cuando
se reúne con el alma gemela. Porque sólo cuando todas las almas gemelas solitarias y separadas se reúnan por
fin jubilosamente, las piezas del rompecabezas de la vida se ensamblarán para formar una imagen íntegra y
completa dentro del Universo. La leyenda susurra que será durante el despuntar de la era de Acuario cuando
los catorce fragmentos del alma de Osiris — que se esparcieron cuando su cuerpo fúe dividido en catorce
partes por su hermano Set (lo cual provocó la primera Puesta de Sol de la Tierra) — se reúnan en un solo
hombre, «con todas sus partes dispersas completas». Un hombre, que se reencontrará con su propia alma
gemela, Isis, después de millones de años trabajosos de búsqueda y de incontables encarnaciones que
compartieron en el pasado sin comprender la verdad.
Al mismo tiempo, las almas gemelas de Set y su Nepente, separadas hace mucho tiempo, se reunirán, para
cumplir su destino de descubrir juntas el Grial del Nazareno, mediante el amalgama de sus auras. Entonces,
dice la leyenda a través del milagro de la absolución recíproca por aquel crimen lejano. Set y su hermano,
Osiris, junto con Isis y su hermana, Nepente, encontrarán de alguna manera, juntos, los anales perdidos de la
Atlántida... así como el sepulcro de Osiris, que contiene las crónicas de la construcción de la Gran Pirámide
de Gizeh, levantada por Osiris (y no por Keops, como se ha creído erróneamente durante siglos). Cuando
estos hechos portentosos y sacrosantos se concreten, después de que estos cuatro (y uno más) reconozcan la
verdadera identidad de sus personalidades superiores, otras muchas almas gemelas se reconocerán
súbitamente las unas a las otras. Entonces por lo menos empezaremos a materializar nuestro sagrado derecho,
tal como lo suplicamos en esos versículos del padrenuestro: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra, (como arriba, así también abajo), cambiando el esquema de la trinidad de
energías solar, estelar y lunar en el cosmos.
Quienes aman profundamente, y quienes están auténticamente apareados con la otra mitad de sí mismos, no
experimentan deseos de desencadenar guerras ni de dominar a los demás. Así como la devoción de Romeo y
Julieta, aun en la muerte, ñivo el poder de disipar la enemistad y de conciliar las diferencias entre los
belicosos Mónteseos y Capuletos, así también la amalgama extática de todas las almas gemelas enamoradas
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tiene la misma facultad de unir a la humanidad, a todos los terráqueos para la Paz y el Bien permanentes. Pax
el Bonum. No es una coincidencia (nada lo es) que el hombre que por lo menos dio un paso inicial hacia la
paz en el Oriente Medio, Anwar el Sadat, sea auténticamente dichoso en su matrimonio y esté casado con una
mujer que refleja los objetivos de su personalidad superior... y que lo mismo ocurra con Menajem Beguin, de
Israel, quien por lo menos al principio aceptó aquel gesto con el mismo espíritu de buena voluntad y
sinceridad. Tampoco es una coincidencia que Hitler ñiera un hombre solitario, huérfano de amor.
¿Jesús... el caipintero de Nazaret? No estaba solo. No le faltaba el amor de una mujer. Aunque sólo se trate
de un comienzo, el excelente y minuciosamente documentado libro The Sexuality of Jesús (Harper & Row,
1973), que Harper & Row reeditó en 1979 con el título de D id Jesús Lovel, escrito por el reverendo William
Phipps, un Escorpión, arroja la necesaria luz sobre el misterio largamente oculto de Jesús y su propia alma
gemela. Porque él era sólo un hombre, aunque muy evolucionado... y ella, sólo una mujer. Como tú.
La doctrina de la divinidad, como la del patriotismo, implica una vibración negativa, que sitúa a un
hombre, una mujer, una nación, por encima de los demás. ¿Jesús, el Cristo ? Sí, él era más que humano, un
ente distinto, pero no diferente, no más sobrehumano o divino de lo que puede llegar a ser cada hombre y
mujer durante esos períodos demasiado raros y breves de sintonización con la supraconciencia individual.
Anwar, el Cristo... Menajem, el Cristo... Ruth, el Cristo... Robert, el Cristo... Thelma, el Cristo... Michel, el
Cristo... Susan, el Cristo... Arthur, el Cristo, y así sucesivamente, incluyendo tu propio nombre. Cristo no es
más que otro nombre para designar al Espíritu Santo, que puede introducirse en cualquiera. Todos somos
hijos e hijas de Dios... y de Su Compañera, Su propia alma gemela. ¿Cómo habría sido posible que nuestro
Creador no tuviera Su contraparte? La bipolaridad positivo-negativo, masculino-femenino, existe en todas las
dimensiones, en todos los niveles de conciencia, dentro de las galaxias del Cielo... y en el Infierno de la Tierra
(tal como se manifiesta actualmente). El mismo Jesús nunca pretendió ser divino. «Lo que yo he hecho,
también podéis hacerlo vosotros, y más... id y haced lo mismo... te será hecho según tu fe... ». Estas no son
reivindicaciones de singularidad espiritual, sino sólo recordatorios de que las que se estaban exhibiendo eran
manifestaciones de lo «divino» que hay dentro de cada uno de nosotros, milagros que todos podríamos
ejecutar... aunque no sin sacrificios, no sin ciertas disciplinas necesarias para controlar la mente, el cuerpo y
las emociones. Es extraño que la palabra «disciplina» abarque a la palabra «discípulo». O quizá no es extraño
en absoluto.
Los cataclismos pronosticados, si llegaran a producirse, si no pudiéramos evitarlos, habrán sido generados
por muchas fuerzas de las tinieblas... por la experimentación subterránea de inmensas energías destructivas...
por las vibraciones negativas de las olas actuales de promiscuidad sexual y lascivia que invaden las revistas y
el cine, y que ultrajan y degradan el sexo a su nivel más bajo... por la feroz ambición de lucro... por la
negativa egoísta a compartir nuestro dinero, nuestros alimentos o nuestro amor con nuestros semejantes. «Si
todos comieran sencillamente, todos comerían.» La necesidad de sexo, como la necesidad de alimentos, es un
apetito devorador que se extiende por todo el mundo. Pero compartir nuestro amor no implica compartir
nuestros cuerpos en una sensual experiencia sexual de grupo. La glotonería no es la respuesta a ninguno de los
dos tipos de apetito.
El sexo no es un pecado; sólo el empleo incorrecto de su energía es un pecado contra el ángel superior de la
propia personalidad. La unión sexual es el éxtasis de lo «profundo» descubierto por quienes aman, y
simboliza la amalgama del hombre y la mujer con el Universo y con la totalidad de la Naturaleza, en la
unidad. Es una simple cuestión de prioridades. Primeramente os enamoráis... con los ojos. Después con la
mente, y después con el corazón (las emociones). Para entonces vuestra alma se ha sumado a la experiencia
— os deis cuenta o no de ello, os habéis «enamorado» espiritualmente — y es hora de enamorarse con el
cuerpo.
Cuando invertís el orden de este proceso, fracasáis. Porque sólo los ojos saben cómo introduciros en la
mente de la persona que mira. Sólo la mente sabe cómo introduciros en el corazón de la persona con la que
habéis descubierto una afinidad mental. Sólo el corazón sabe cómo introduciros en la unión con el alma del
ser amado. Y el alma sabe muy bien... ¡oh!, sabe muy bien, creedme... cómo introduciros, entonces, en el
éxtasis de la unidad denominada acoplamiento sexual, que os convierte en «una sola carne».
Pero si empezáis por el cuerpo... el cuerpo no sabe a dónde conduciros, como no sea hacia más y más
sensaciones de la carne, que por sí solas carecen de poder para materializar el anhelo de amor o alimentar el
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ansia de amor más profunda, sensaciones que en razón de ciertas leyes fisiológicas, deben determinar
eventualmente que el cuerpo se inmunice a la sensación, y necesite cada vez más estímulos, hasta que
finalmente, como en el caso de las drogas, se llega al nivel de tolerancia incluso para esto, y se prefiere toda
sensación. Utilizar el cuerpo como un instrumento exclusivamente reservado a la sexualidad sin amor, es
como escuchar una sinfonía con un equipo estereofónico pero utilizando un solo altavoz.
Sí, es hora de que llegue un Mesías. Un Guía que nos recuerde una vez más las lecciones básicas de amor que
nos impartió antes y que olvidamos tan rápidamente. Porque no importa hasta qué punto un individuo o una
nación ha caído en el error; el amor generará una renovada consagración a la humanidad. Así como no
importa cuánto nos hemos alejado, porque el amor producirá el retorno. Como lo señaló el poeta Emmet Fox,
no hay distancia que el amor no pueda salvar cuando se lo proyecta con suficiente intensidad; no hay
enfermedad — moral, mental, emocional o espiritual — que el amor no pueda curar. No hay victoria que el
amor no pueda alcanzar. El amor es energía cinética concentrada, la fuerza más portentosa de la Naturaleza...
y de más allá de ésta.
Si sólo pudierais amar con suficiente profundidad y sustentar el amor durante suficiente tiempo, podríais
convertiros en la fuente de vuestros propios milagros, y seríais tan poderosos como los «dioses y diosas» de la
antigüedad. No habría ningún sueño que no pudierais materializar, ninguna ley que no pudierais cambiar,
ninguna situación que no pudierais invertir... si sólo amarais suficientemente.
No es fácil amar suficientemente. Amar suficientemente no implica amar sólo a aquellos que os aman a
vosotros, a aquellos que son buenos y considerados y generosos. Amar suficientemente implica también amar
a quienes «lanzan toda clase de vituperios contra vosotros», a quienes os odian y demuestran activamente ese
odio, a quienes aparentemente carecen de toda compasión y sensibilidad. Cualquiera puede retribuir el amor
de quienes lo aman... o la aman. Este tipo de amor no entraña mucha gloria ni poder. Estamos encarnados en
estos cuerpos camales, en la Tierra, para aprender la lección más profunda y difícil del amor, que consiste en
amar a lo que no inspira amor. En esta hazaña reside toda la ñierza y la energía de la verdadera pasión. En la
mayoría de los casos se trata de un esfuerzo penoso, pero cuando lo conseguimos las recompensas son...
inimaginables. No os preocupéis por la innecesaria «canonización» religiosa — vosotros también podéis
convertiros en «santos» — si conseguís amar suficientemente.
En términos astrológicos, casi no se necesita esfuerzo para que un León y un Carnero se amen, para que un
Toro y una Cabra se amen. Pero para que un Camero armonice con un Cangrejo, para que el León armonice
con el Escorpión, el Toro con el Aguador... deben desplegar un amor sublime. Los signos del Zodiaco y el
amor, es un libro que procurará guiar a quienes tienen la fortuna de estar unidos por sus propios signos solares
compatibles... y que también procurará marcar el camino de la tolerancia y la armonía a aquellas personas a
las cuales su destino kármico actual les ha impuesto la prueba espiritual de entablar relaciones con personas
de signos solares antagónicos.
Incluso cuando se trata de dos individuos cuyos signos solares y lunares armonizan, siempre hay en sus
respectivas natividades algunos planetas que chocan y que generan fricciones y tensiones periódicas. Superar
esto implica sintonizarse con la frecuencia pulsátil de la personalidad superior, iniciar el ascenso por el
sendero que conduce al esclarecimiento... y marchar en una atmósfera mágica, bajo una lluvia de milagros.
Como una copa sin fondo, el Santo Grial de quienes aman nunca está vacío. En las matemáticas de la
metafísica, que son las matemáticas del País de Nunca Jamás, veréis... que cuantos más milagros regalamos a
los demás, tantos más quedan para vosotros y para mí.
¿Quién entre nosotros no es, a ratos, indigno de ser amado? ¿Y no son precisamente ésos los momentos en
que secretamente anhelamos y necesitamos que más nos amen? ¡Oh!, la magia de que alguien a quien hemos
maltratado nos retribuya con un trato amable; el milagro de oír, cuando hemos dicho: «Siento haber
pronunciado esas palabras crueles», la respuesta: « ¿Qué palabras crueles? Yo no las he oído».
Entonces el corazón estalla de júbilo y la copa se desborda. Porque este secreto antiquísimo de la alquimia
es un secreto muy sencillo.
Si fue negativo, no sucedió... excepto en el mundo de la quimera.
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Y así, ojalá la fuerza... del amor... os acompañe. Ojalá ella evite los cataclismos naturales pronosticados, así
como los cataclismos personales de la separación y el divorcio, mediante sus prismas de luz.
...y en su seno llevará los corderos...
ISAÍAS 40:11
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Los
doce misterios
del Amor
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