lunes, 5 de marzo de 2018

El jefe Capricornio

El jefe Capricornio Pues lo dije una vez, y lo dije dos veces: no quisieron escuchar mi consejo. Pues yo gruño cuando estoy contento y meneo la cola cuando estoy enojado. Por consiguiente estoy loco. Conozco a un jefe Capricornio que es mas o menos lo mas típico que se puede conseguir como ejemplar de este signo. Es el mayordomo que se ocupa de todos los asuntos de un famoso cantante de Hoboken. No es mucha la gente que le conoce. Su nombre no se lee en letras de neón ni los periodistas están pendientes de sus actividades. Jamás verás su cara en la cubierta del Time, pero es posible que tengas que pasar por su inspección antes de tener una oportunidad de hablar una sola palabra con el ídolo. Esta Cabra está solidamente sentada detrás de su escritorio, atando todos los cabos sueltos de la vida, asombrosamente complicada, de la personalidad famosa. Sus actividades van desde ir al aeropuerto a recibir a los familiares del cantante hasta comprar un yate, pasando por alquilar los reflectores para una premiere. El mayordomo manipula con total serenidad patatas calientes del estilo de procesos legales y problemas de impuestos: entrega la correspondiente patata al correspondiente abogado o contador para que la ponga al horno y se aseguren de que no quede cruda y de que no se queme tampoco. El teléfono le transmite continuamente pedidos de auxilio provenientes de otros miembros de la vasta corte del monarca, y él sabe siempre exactamente quien es y por qué y cuando estará de vuelta. Guarda en la cabeza cuatro millones de estadísticas, incluso informaciones ultra secretas por las cuales los periodistas darían cualquier cosa; recuerda la escena con que se iniciaba una película de hace veinte años, las cifras de taquilla de una película actual, y el mejor lugar para comer tallarines bien calientes con salsa italiana de queso. Su día no tiene fin; se inicia al amanecer, y la medianoche le encuentra preparando las órdenes que quiere ver cumplidas sin demora a la mañana siguiente. Es frecuente que se afeite, se duche y se vista en su despacho. Cualquiera que esté realmente al tanto de como son las cosas te dirá que, si él desapareciera del frenético escenario, se produciría un leve desbarajuste. Parecería totalmente fuera de lugar en una discoteca, y tiene un aire vagamente incómodo en los clubes nocturnos donde, por obligación, debe mostrar a veces su cara de póquer. El ejecutivo Capricornio de quien te hablo tiene una extraña base de operaciones que ocupa toda una planta en un edificio de Manhattan. Además de las habitaciones destinadas a recepción, tiene amplísimo espacio para su despacho privado. En un rincón hay un gran escritorio circular para la montaña de papeles que reclaman diariamente su atención. El resto de su dominio privado está amueblado con dos grandes divanes, varios sillones de mullido tapizado, mesitas de café, gruesas cortinas, lámparas, bibliotecas y alfombras gruesas y mullidas. Tiene incluso un comedor, con una mesa del tamaño suficiente para agasajar a un regimiento, juegos de porcelana, espejos, adornos, platería y cristales. Las paredes están cubiertas de papel pintado y ornamentan la habitación varias peceras donde moran carísimos peces tropicales. Uno pensaría que esta en una casa, no en la atareada oficina de un importante ejecutivo. Es exactamente lo que sucede: como tiene que pasar tantas horas fuera de casa, el jefe Capricornio se la llevó consigo, sin más ni más. Es posible que otros jefes disfruten en el mundo de los negocios, y les guste estar lejos de casa, pero a la Cabra no. El hogar es sagrado. Casi a cualquier hora encontrarás en sus dominios a algún pariente de Capricornio, quien nunca descuida a su familia por sus negocios. Como es un saturnino tan típico, los hábitos de este Capricornio te darán una idea de todos los jefes de este signo. Para los que trabajan con él se constituye en una bondadosa imagen paterna, severa pero justa. Insiste en el cumplimiento del deber, y pobre del empleado que se olvide de dar de comer a sus delicados pececillos. Es raro que levante la voz para dar órdenes; su tono es áspero, pero normalmente tranquilo, salvo en las raras ocasiones en que la estupidez o el descuido le hacen gritar. En esas oportunidades, parece echar chispas. Sus modales formales y serios intimidan a veces a los visitantes, pero quienes trabajan para él han descubierto su buen corazón, y no soportan que los de fuera le critiquen... aunque entre ellos, cuando la Cabra hace restallar el látigo, no se priven de algunas maldiciones por lo bajo. Si son ineficaces, Capricornio les hará arder las orejas, pero también reciben pagas extra cuando se lo han ganado, y si la madre de su secretaria está en el hospital, es él quien le envía flores. No se complace en halagos ni adulación. Masculla: “Si, está bien”, y eso es lo mas que se acerca a un elogio. Pero escucha con simpatía los problemas personales de sus empleados y se asegura de que coman bien y de que salgan con botas de goma cuando llueve. El personal es como una familia, y el jefe es, incuestionablemente, el ejecutivo Capricornio. Aunque no haga regalos de Navidad como Santa Claus, tampoco escatima su ayuda cuando un empleado se queda encallado en Las Vegas durante las vacaciones, sin billete de vuelta, o cuando el chico de los recados a quien tiene corriendo de un lado a otro tiene que pagar la cuenta del médico y no le llega su salario. (En el caso de Las Vegas enviará telegráficamente el pasaje de vuelta -nada de efectivo-, y en clase turista; dilapidar dinero no es su diversión favorita.) Aunque sea gruñón, también puede ser cordial y tímido. Si le dices un cumplido se le enrojecerán las orejas, aunque rara vez dé muestras de haberlo oído. Quienes recurren a su caridad siempre conseguirán algo de él, y si la caridad va destinada a los niños o a los ancianos, pondrá un cero más en el cheque. Hay que hacerle presente que tiene que descansar y comer algo de vez en cuando, porque las responsabilidades tienden a hacerle descuidar sus necesidades personales. De vez en cuando cae en un negro y melancólico bache de depresión saturnina, cierra la puerta, se queda mirando por la ventana y nadie se atreve a molestarle. No le pasan las llamadas telefónicas y guardan en la nevera los problemas hasta que haya superado la depresión. Es conservador en su vestimenta: prefiere los colores oscuros y el corte discreto, y tiene un reloj de bolsillo que parece del abuelo y que consulta con frecuencia. En realidad, da más bien la impresión de trabajar para un banco que para uno de los primeros cantantes de este mundo enloquecido. La mayor parte de las chucherías que pueblan su escritorio son antigüedades, generosamente combinadas con borrosas fotos de su mujer, sus hijos y familiares varios. Acabo de darte una auténtica imagen del ejecutivo Capricornio. Si la tienes presente, tendrás una idea bastante exacta de lo que puedes esperar de cualquier jefe saturnino, incluso el tuyo. Si le queda algún rato libre, no lo perderá, y esperará que tú hagas lo mismo. ¿El teléfono está tranquilo? Estupendo: tendrás tiempo para archivar esas cartas. ¿Hoy no tenéis la agenda muy llena? Pues entonces tienes esas cajas para acomodar en el almacén. Si eres la secretaria, no te pases las horas de oficina arreglándote las uñas... y si eres uno de los empleados varones, no te pegues al teléfono del fondo para hablar con tu chica: tu jefe Capricornio se materializará de la nada, como un taciturno genio vengador. No sería prudente que tu hermano hippie viniera a visitarte con la barba y la guitarra mientras tú trabajas; ni siquiera la religiosa devoción de la Cabra a los vínculos familiares -propios y ajenos- bastaría para impedir que levantara las cejas con gesto de desaprobación. Ni las empleadas que apestan a perfume ni los empleados que practican golf en la sala de reuniones se encontrarán cómodos en el despacho de un jefe Capricornio. Por lo que a él respecta, el lugar de un perfume es el frasco, y el de jugar al golf es el campo (y mejor si es un buen country club). Saturno se impresiona siempre ante quienes han alcanzado un status un poco superior al suyo en la escala del éxito, de manera que si estás familiarizado con el Quién es quién será un punto a tu favor. Y si no te has graduado en Harvard o en Yale, preocúpate por lo menos de tener un tío o una tía que hayan pasado por ellas. Si te aseguras de que tu jefe sabe que todos los miércoles invitas a almorzar a tu madre, o que estás pagando los estudios de tu hermano menor, te asegurarás también un ascenso. Uñas limpias, modales corteses y gramática perfecta son indispensables, y un trabajo eficaz, sin lamentos ni quejas, un requisito ineludible. Jamás le tutees en presencia de extraños, ni susurres una palabra de crítica referente a su familia en presencia de nadie. Para Navidad, regálale un viejo y cuarteado cuadro al óleo de algún prócer que consigas en la tienda de un anticuario, o la piedra que recogiste el verano pasado en el Foro Romano. La historia y el pasado son motivo de reverencia para Capricornio. Eso si, no le digas que la piedra es robada, porque también reverencian la honradez. Con servilismo no conseguirás encontrar ni diez centavos de más en tu sobre de pago, pero si comprendes su corazón solitario te ganarás su confianza. Tal vez otros le vean como un tipo de disciplina rígida y corazón de piedra; hazle saber que tú le ves como lo que es en realidad: un alma tímida y sensible, que en su fuero íntimo anhela ser libre e informal, pero sabe que está encadenada por las exigencias de Saturno, que le imponen obedecer el orden, el sistema y la autoridad. Te tratará como si fueras su hijo, dándote una palmada si te portas mal y una recompensa si eres bueno. Pero no te dejará abandonado cuando estés en dificultades ni te cerrará la puerta cuando necesites ayuda. Simplemente, no te olvides de dar de comer a sus peces tropicales.

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