sábado, 14 de abril de 2018

Hombre ARIES Mujer VIRGO

Hombre ARIES Mujer VIRGO — Oh, dime que estás satisfecha — exclamó él. Era un niño encantador, ataviado con hojas secas y con los jugos que rezuman los árboles; pero lo más fascinante era que conservaba todos sus dientes de leche. Cuando vio que era adulta, hizo rechinar las pequeñas perlas en dirección a ella. Es triste, pero a menudo cierto. En algún momento de su relación con una mujer Virgo, el hombre Aries sentirá la necesidad de demostrarle que sus ideales e ideas son sensatos, que es un ser emocionalmente maduro... y, en general, tratará de despertar el entusiasmo de ella por sus planes, sus ambiciones y sus sentimientos. No se trata de que esto no la complazca, pero si es una Virgen típica, tal vez lo dejará con una vaga sensación de que desaprueba de alguna manera lo que él ha intentado decirle. Y probablemente es así. Quizás ella apoya de todo corazón la mayoría de las cosas que él proyecta e imagina, pero casi siempre habrá una pequeña parte de su disertación que se le antojará descentrada, o insuficientemente meditada y construida. Así son los Virgo. Descubren los eslabones flojos de la cadena y os lo advierten antes de que ésta se rompa. Todos deberíamos estarles agradecidos por este pulcro hábito de señalar los defectos antes de que sea tarde, para que el corolario y el resultado final de toda empresa sean aún más perfectos. La mayoría de las personas sí valoran debidamente la capacidad de Virgo para extraer el orden sereno del desorden caótico. Pero no el Carnero. A éste lo ofenderá tremendamente que ella no esté totalmente consagrada a sus ideales, sus emo- ciones, sus indignaciones, sus sueños y su superioridad. Después de un tiempo, es posible que la acuse coléricamente de no tener sensibilidad ni imaginación. Está muy equivocado. Esta chica es dueña de una imaginación bella y sensible. Es posible que otros niños hayan tomado sopa de «Pollo y Estrellas» durante años sin hacer un solo comentario, pero cuando ella era pequeña, siempre exclamaba jubilosamente (silenciosa, tímidamente, para sus adentros, cuando nadie podía oírla): «¡Oh, ved las estrellitas que flotan en mi sopa!». Cuando alguien le sirvió ginger ale una mañana en una copa de cristal tallado, y ésta reflejó el sol, exclamó (interiormente): «¡Oh, qué maravilla! ¡Tengo un arco iris en mis burbujas de jengibre!». Como estos prodigios sólo se los susurraba a su mejor amigo secreto y quimérico, y pocas veces o nunca los expresaba en voz alta, quienes la rodeaban mientras crecía se convencieron de que era terriblemente prosaica y poco imaginativa... porque no hacía ostentación de su mente brillante y sus pensamientos íntimos. Entonces apareció él, el apuesto y arrollador Carnero, y le hizo sentir que ella era un ser muy especial. Esto entibió su frío corazón de Virgen, y la hizo sentir más segura que nunca de sí misma. Y ahora él la acusa, como todos los demás, de no tener imaginación. ¿Insensible? Quizás el insensible es él. Es posible que el mundo interior de esta mujer no esté poblado a toda hora de criaturas feéricas imaginarias. Sin embargo, es un bello país de maravillas, porque descubre la belleza en las cosas insignificantes y ordinarias. Cuando el hombre Aries que la adora sinceramente se da cuenta de ello, y deja de gritarle y de menoscabarla, puede inducirla a abrir el cofre hermético de sus anhelos vehementes y sus fantasías secretas y a exponer los unos y las otras a los cálidos rayos solares del afecto cariñoso, alentándola a sacar sus temores al aire fresco, en lugar de retener sus sufrimientos dentro, donde pueden trocarse en jaquecas y en toda clase de dolores y malestares y enfermedades físicas. Sí, ella aprenderá muchas cosas valiosas junto a él. El también puede aprender mucho de ella. Por ejemplo, la atenta consideración para con los demás, el sosiego y la dicha de servir (en lugar de ser servido). Esto es algo que ella le demuestra casi todos los días que pasan juntos. Sin embargo él rara vez lo nota. No la ve sonreír dulcemente mientras él desea que un duende mágico venga a ayudarlo a ejecutar un trabajo físico o a elucidar un problema que está rumiando mentalmente. Ella se desliza tan mansamente en la confüsión- que él apenas nota su presencia... y lo ayuda a resolver las cosas sin que se lo solicite. También sin esperar elogios. La gratitud de él la pondría radiante, pero no se la pedirá. Se limita a hacer lo que le aflora espontáneamente a Virgo cuando presta ayuda, así que no pretende alabanzas, porque sus motivaciones no son el ego y el engreimiento. Igualmente, no estaría de más que él lo notara, y que quizá dijera de vez en cuando, «gracias, cariño». Incluso podría decir «gracias por amarme»... porque el amor puro de una mujer Virgo es un don inapreciable, que ella nunca da a la ligera. Es hermoso encontrar en casa a una mujer Virgo cuando ella se estima a sí misma, es ella misma... y deja que el Carnero al que ama sea él mismo. Si se trata de una Virgen típica, no es entremetida (¡no lo es en 42 comparación con Aries!), y sin embargo es vivaz y simpática, una mujer que alegra la vida. Es circunspecta y cortés y necesita mucho afecto (que nunca pedirá, así como no pide gratitud). Sí, a veces es criticona, pero generalmente es por lo menos amable mientras discute trivialidades. Cuando esta inteligente criatura femenina está melancólica y abatida por algún pequeño error que ha cometido (los Virgo son muy propensos a la autoflagelación), el hombre Aries que la ama puede consolarla recordándole que incluso el manso Nazareno cometió momentáneamente el error de perder su habitual control «perfecto» cuando azotó a los mercaderes del templo. Además, tenemos también los «años perdidos» durante los cuales las Escrituras no mencionan al humilde carpintero (en verdad, ñieron bastantes). El Carnero puede decirle a su preocupada dama Virgo que probablemente durante esos «años perdidos» Jesús clavó más de una vez las tablas que correspondía clavar, en la carpintería de su padre, José... calculó erradamente los impuestos que había que pagar a la Hacienda del César (o no llegó a tiempo a Belén para abonarlos en la fecha limite)... se desgarró la túnica en una piedra fdosa... se machacó el dedo del pie... se enfadó fugazmente con María Magdalena... y cometió quién sabe cuántos otros desatinos menores y variados. Gracias a los rígidos censores de las Escrituras, nadie lo sabe. Pero es posible hacer una conjetura espiritualmente aproximada. ¿Y quién es ella, puede preguntarle entonces el Carnero, para pretender que el historial de su comportamiento humano sea más impecable que el de un hombre tan sencillo y humilde como Jesús de Nazaret? Quizás esto ayude a la mujer Virgo a comprender que en realidad la mayoría de las preocupaciones que alimenta acerca de sus traspiés son superfluas. Y quizá la ayude a ver que la perfección no es un requisito indispensable para aceptarse a sí misma, como ella supone tan a menudo. Frecuentemente el amor físico entre el hombre Aries y la mujer Virgo lleva implícito un vaporoso encanto. Estos dos suelen contarse entre las poquísimas personas que aún no han sido contaminadas, desde el punto de vista sexual, por la sexualidad explícita que les refriegan a todos por la cara, les guste o no. El Camero es un idealista probado (y superceloso, además), en tanto que la vulgaridad y la chabacanería sexual o de cualquier otro tipo enfría normalmente a la mujer Virgen. Esta también preferirá que él no deje el frasco de la salsa sobre la mesa del comedor. La selectividad proyecta sus destellos sobre muchas facetas de la existencia humana, que abarcan los frascos de salsa, los armarios desaliñados y los cajones desordenados... para no hablar del pensamiento chapucero y el intelecto embotado. El pensamiento de ella nunca es chapucero y su intelecto nunca está embotado. Sus actos sexuales reflejarán su idealismo recíproco y la búsqueda inconsciente de la pureza y la inocencia. Esto no significa que, en el plano físico, sus relaciones amorosas carezcan de pasión. El Carnero macho, regido como lo está por Marte, es la pasión personificada. Sin embargo, también es conmovedoramente afectuoso, habitualmente atento a los pequeños detalles vinculados con la unión sexual... y ella reaccionará ante esta cualidad suya con auténtico regocijo. Pero ella debe tener la precaución de no criticar sus técnicas románticas y de no permitir que la objetividad innata de Virgo reduzca a cenizas la inflamada expresión sexual que él le tributa con tanta confianza. A la inversa, él debe cuidarse de no herir la delicadeza de Virgo, asegurándose siempre de que la ternura y la dulzura forman parte de su unión. También convendrá que él no se enfurruñe ni se sienta tan ofendido en aquellas ocasiones en que ella prefiera demostrarle su amor por vías distintas de las físicas. Es posible que la vitalidad de la energía sexual de él sea muchas veces superior a la de ella, y cuando esto suceda él deberá recordarse a sí mismo que la paciencia es una virtud que genera su propia recompensa, sumada a la recompensa de que ella vuelva a ser una mujer cálida y amorosa. El sencillamente debe concederle tiempo para descansar un poco y refrescar sus deseos. Además, él deberá saber que el entusiasmo de Virgo por hacer el amor siempre se diluirá en proporción directa a las precauciones y los problemas enfadosos con que tropezó durante las horas previas... previas a la necesidad que él experimenta de que ella se le entregue. En el mejor de los casos, los Virgo nunca sacrifican su personalidad íntegra al amor. Los hombres Aries, sí. Y ésta es una diferencia básica entre ambos que habrá que manejar con cuidado. No obstante su afinidad natural en cuestiones románticas, estos dos podrían dejar que su romance asumiera gradualmente la forma de un respeto mental mutuo, con menos imposiciones emocionales. Ciertamente a su respeto mental mutuo no le falla nada, pero necesita algunas otras facetas brillantes para activarse. Por ejemplo, la compenetración y la vibración emocionales recíprocas. De todos modos, es raro que un Virgo o un ariano sea infiel, aunque se sienta frustrado en el plano romántico. No lo será sin una causa colosal. Es igualmente raro, si se trata de modelos típicos de sus signos solares, que uno de ellos abandone o deje al otro, incluso en situaciones de grave hostigamiento... una vez que se han comprometido a venerarse. Porque Virgo empieza por analizar la veneración, y después la define más como una responsabilidad que 43 como un sentimiento. Por tanto, cuando un Virgo resuelve renunciar a esa «responsabilidad», podéis estar seguros de que la decisión de «cortar amarras» fue provocada por un agravio personal tan inconmensurable que sólo dejaba como alternativa final la evasión o el colapso mental. El Virgo tiene poca o ninguna inmunidad a las presiones mentales y emocionales persistentes y prolongadas. El hombre Aries también se resiste a confesar que ha entablado una relación equivocada, pero por un motivo diametralmente opuesto al de Virgo. El sigue perseverando, no por «responsabilidad», como ella, sino por «sentimiento». Al Carnero le resulta difícil imaginar que pudo equivocarse respecto del amor, una vez que creyó en este de todo corazón. Este hombre se consagra por entero a todas las empresas, enfrenta con vehemente tenacidad todos los desafíos... y el amor no es distinto de lo demás. ¿Acaso Romeo podía dejar de amar a Julieta, o Julieta podía hartarse de Romeo? Claro que no. Así es como él lo entiende. Olvida que estos dos amantes medievales murieron antes de cumplir veinte años, y que si hubieran vivido probablemente habrían tenido su cuota de malentendidos y desacuerdos, porque eran humanos. Curiosamente, él es tan perfeccionista respecto del amor como su mujer Virgo lo es respecte de todo menos el amor. Ella actúa como si esperara que el amor tenga defectos, y por tanto no se sorprende demasiado cuando éstos aparecen. Sólo en otros ámbitos de la vida sufre reiteradas desilusiones cuando descubre que las cosas distan mucho de ser perfectas. A él le ocurre lo contrario. Puede tomar con displicencia los grandes desengaños de la vida, pero al «amor» le exige la perfección. Estos dos encontrarán la base para entenderse en un punto situado en una posición intermedia respecto de sus criterios extrañamente traspuestos. Cuando aflora un problema grave en esta relación, generalmente lo que cercena el vínculo es la tijera filosa de alguna presión exterior insoportable, y no la declinación de su amor. A veces se trata de la obsesión casi fanática de ella por las obligaciones de su carrera o por los deberes del hogar. A veces se trata de la ambición feroz y la determinación implacable de él que lo inducen a colocarla en último lugar, después de la gran meta de su vida, o sea, de la cruzada por la conquista de su propia identidad. Entonces es posible que ella experimente la compulsión irresistible de intervenir, criticando sus actitudes, ya sea en público o en privado. Esto lo frustra, después lo humilla y finalmente lo encoleriza y le produce un furioso resentimiento marciano, que a su vez congela en ella el deseo de ayudarlo y lo trasforma en un desapego helado y en una satisfacción casi peñilante por su desgracia. Entonces alguien tendrá que ceder... ¡enseguida! De lo contrario, sus respectivas necesidades de afecto recíproco no tardarán en quedar a la zaga de sus respectivas necesidades de salvaguardar el amor propio... y se separarán para buscar cada uno por su lado la paz espiritual que no encontraron juntos. Este es el aspecto negativo. El aspecto positivo consiste en que este hombre y esta mujer pueden reparar la cuerda de plata que los une cada vez que se rompe... con el mágico poder terapéutico del amor. Pero sólo cuando él define el amor como generosidad y como conciencia de las necesidades de ella... y sólo cuando ella define el amor como confianza y entusiasmo espontáneos por los sueños de él. Una vez que estos dos consigan poner en orden sus definiciones, su amor podrá durar... y las pequeñas grietas que repararon con consideración mutua ni siquiera se verán. A menos que la Virgen siga inspeccionándolas con una lupa... o que el Carnero vuelva a descompaginarlas impulsiva y descuidadamente. El amor se parece a una preciosa obra de arte: es frágil y delicado... mucho más bello e inmensamente más valioso cuando está oreado por los años.

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