sábado, 14 de abril de 2018

La relación LEO-VIRGO

LEO Fuego - Fijo Positivo Regido el Sol Símbolo: el León y el Gatito Tímido Fuerzas diurnas - Masculino VIRGO Tierra - Mutable - Negativo Regido por Mercurio (también por el planeta Vulcano) Símbolo: la Virgen Fuerzas nocturnas - Femenino La relación LEO-VIRGO Algunos de ellos querían que fuera una nave honesta y otros eran partidarios de conservarla como nave pirata; pero el capitán los trataba como perros, y no se atrevieron a expresarle sus deseos ni en un memorial firmado. Cuando las luminarias y ascendentes de sus respectivas cartas natales tengan un aspecto armonioso, el León y el o la Virgen danzarán por el sendero de la felicidad, sonriéndose mutuamente y arrojando ramilletes, tan alegres y optimistas como podemos estarlo los mortales, y Leo rasgueará el ukelele y Virgo tocará el flautín, y entonarán con serenidad su canción al unísono. Si sonaran unas notas discordantes, Virgo hará vibrar inmediatamente las correctas en un diapasón, corregirá el desliz, y volverá a reinar la armonía entre ellos, mientras Leo luce una sonrisa radiante de afectuosa aprobación. Sin embargo, antes de seguir a estos afortunados hasta la Ciudad de Esmeralda, convendrá que nos detengamos y echemos una mano a las parejas Leo-Virgo que hayan tropezado en el camino y necesiten nuestra ayuda. No hay duda de que existen unas pocas asociaciones Leo-Virgo, dispersas y raras, que con bastante rapidez se lanzan de cabeza a forjar un vínculo sadomasoquista. Ahora no os pongáis a conjeturar de entrada que en estas esporádicas situaciones Leo es siempre el cruel sádico y Virgo el pobrecito masoquista indefenso. Cuando estos dos se embrollan como amigos, parientes, socios, amantes o consortes, los papeles pueden distribuirse de cualquier manera. Detengámonos por un momento a contemplar las dos caras del problema, como si fuéramos Libra. Tomemos primeramente al gran gato. Los Leo no son sádicos por naturaleza. En realidad, nadie lo es de veras. El sadismo es una forma tortuosa de comportamiento que aflora cuando las complejidades interiores de la confusión y el miedo retuercen emocionalmente a una persona hasta convertirla en un nudo intrincado. Y a la desgracia le gusta estar acompañada. Sin embargo, aunque los Leones y Leonas normalmente benévolos y benignos no son premeditada o intencionalmente sádicos, de cuando en cuando pueden comportarse, y se comportan, como si lo fueran, en razón de su tendencia a aguardar o exigir que los demás los consideren superiores. Cuando los «demás», ya sea en singular o en plural, han nacido por casualidad bajo el signo solar de Virgo, es comprensible que el gran gato sienta la tentación de exagerar un poco sus órdenes y mandatos. Los Virgo parecen someterse con tanta dulzura, mansedumbre y cortesía... al principio. Así como Leo no es un sádico nato, así tampoco Virgo es un masoquista nato. Sólo parece serlo. Es cierto que estas personas se comportan de una manera que a veces parece lindar con el masoquismo, vistos su lenguaje gentil y afable (cuando no están de mal humor), sus modales discretos, y su retraimiento. Como los 72 Leo son tan a menudo autoritarios, y además un poco arrogantes, a veces puede parecer que están machacando a los Virgo más introvertidos dentro de un molde masoquista, a medida que se exhiben y se eclipsan, y que hacen genuflexiones ante el rey o la reina... al principio. Claro que puede haber unos pocos casos en que esta especie de síndrome del «Sí, su Majestad», que exhibe el Virgo, y en que el síndrome del «Haz exactamente lo que te ordeno, porque yo sé», que exhibe el Leo, se cristalizan en una rutina, y después se consolidan en una convención triste y permanente, pero, como ya he dicho, ésta es una situación rara y poco frecuente. Lo más probable es que al cabo de un tiempo se produzca lo que la gente llama «la rebelión de la oruga». Cuando ocurre esto, Leo se queda perplejo al descubrir que el genuflexo y obediente Virgo tiene un límite de tolerancia para dejarse pisotear, y que cuando se llega a ese límite, el resignado y silencioso Virgen se vuelve asombrosamente locuaz. De pronto, él (o ella) desgrana una lista de los defectos y carencias de Leo, con hiriente precisión, y después se aleja sosegada (y cortésmente) del palacio real con un aplomo y una determinación irritantes (como sabéis, Virgo es un signo de Tierra), abre en alguna parte un taller de remendón... y a continuación se niega a clavetear las botas o las pantuflas para los pies de Su Majestad, y más aún a volver a besarlos servilmente. Luego tenemos el caso inverso: el infortunado León o Leona (este Leo pertenecerá invariablemente a la categoría del Gatito) que se convierte en la víctima masoquista de un largo asedio encarnado en el muy sutil trato sádico de un Virgo frío, materialista, que disputa incesantemente (y poco importa que también sea cortésmente) cada pelillo de la melena de Leo, hasta que el pobre León (o Leona) queda casi calvo, en un sentido simbólico; que censura y menoscaba continuamente todos los logros o esfuerzos del Gatito Tímido; que analiza interminablemente los sueños de Leo para demostrar que son poco prácticos y que están tan llenos de agujeros como un queso suizo; y que critica cada palabra y cada gesto de Leo atribuyéndoles excesivo dramatismo. Al cabo de un tiempo, el Leo, despojado de toda dignidad, desprovisto de orgullo, y desposeído de su confianza en sí mismo, deambulará abatido por la casa o el aula, por la oficina o el cuarto de juegos, como el León plañidero del País de Oz, retorciendo nerviosamente su cola, protegiéndosela debajo del brazo, derramando cataratas de lágrimas... y buscando lastimosamente el don del coraje. No puede haber un espectáculo más patético que el que brinda un orgulloso Monarca de la Jungla así reducido a una trémula mole de maullidos masoquistas. Aunque éste es un caso extremo, puede ocurrir. Sin embargo, es probable que esta historia tenga el mismo tipo de desenlace, al estilo O. Henry, que la escena que utilizamos anteriormente como ejemplo, cuando se rebeló la oruga Virgo. Es raro que semejante situación se prolongue indefinidamente. El final más previsible es que la oruga Leo (no sé si me atreveré a llamar oruga a un Leo, aunque sólo sea en un sentido alegórico, pero hoy me siento inusitadamente audaz), es que la oruga Leo, repito, se rebele también, se transforme en un gato monstruoso y gigantesco, gruña... lance un rugido ensordecedor... se abalance sobre el desprevenido camorrista Virgo como cualquier felino se abalanza sobre un ratón... deje escapar magnánimamente al ahora asustado y ululante Virgo... y finalmente salga por la puerta (o sortee la valla del parque infantil), majestuosamente victorioso, envuelto en el manto de su cólera soberana, para no volver jamás. Todos éstos son los finales desdichados, los peligros contra los que debe precaverse esta configuración de signos solares 2-12, Tierra-Fuego. Ahora que saben cuál es el capricho deletéreo que podría tentarlos, y que podría presentarse con algunas variantes si el aspecto Sol-Luna entre ellos está en cuadratura u oposición, o si sus ascendentes son recíprocamente desfavorables — y espero que les hayamos enseñado a prevenir semejante desgracia — podemos pasar a la faceta más luminosa de la asociación Leo-Virgo. Y ciertamente existe una faceta luminosa. El Gatito y la Virgen de uno u otro sexo que han vencido sus diferencias y creado una atmósfera compatible, alegran la vista. Por fin Leo habrá encontrado un compañero afable, devoto, que valora sinceramente sus doradas virtudes de León... un súbdito que lo admira, inteligente, que le servirá y que a cambio será lealmente protegido (o protegida). Por fin Virgo habrá encontrado a alguien realmente digno de respeto (y Virgo es muy exigente), un amigo cordial y generoso, al mismo tiempo sagaz y cariñoso... sufi- cientemente fuerte como para contar con él (o ella) en una emergencia, y al mismo tiempo suficientemente vulnerable como para necesitar los ajetreos y atenciones constantes de la (o el) Virgen. (La conciencia de sentirse necesitado suministra un estímulo embriagante al espíritu del solitario Virgo.) Cuando esta asociación es buena, es en verdad muy buena. Una vez que Leo le ha enseñado a Virgo que sencillamente no se dejará regañar y criticar constantemente, y una vez que Virgo le ha enseñado a Leo que el (o la) Virgen no tiene el 73 propósito de convertirse en el esclavo de sus arrogantes exigencias y caprichos, entre estos dos puede generarse una comunicación cálida y vibrante, que es algo mágico. Mágico porque Virgo es lo que la astrología denomina un signo solar «humano», simbolizado por la Virgen, que cosecha mieses, y Leo es lo que la astrología denomina un signo solar «animal», simbolizado por el impávido amo de la jungla, el León (o su compañera, la sensual e igualmente confiada Leona). Alegórica o literalmente, nunca es fácil que un ser humano y un animal se comuniquen verdaderamente, y sin embargo cuando lo consiguen, uno evoca lugares como el Edén... o los bosques por donde transitaba tan gozosamente San Francisco de Asís, en compañía de lobos y aves y corderos... y de toda clase de bestias que confiaban en él. Si bien los Leo pueden ser muy dramáticos y efusivos y pomposos, también son organizadores muy idóneos y equilibrados. Excepto en aquellas circunstancias en que el orgullo y la vanidad de Leo se convierten en obstáculos, los Leo tienen una reserva asombrosa de sentido común. El práctico Virgo admira esto, pero debe adquirir el hábito de decírselo a Leo. Así como Leo aprueba complacido el esfuerzo sincero de Virgo por desempeñarse en la mejor forma posible, a menudo en condiciones tensas y difíciles, pero pocas veces le tributa al Virgen (o la Virgen) el halago de valorarlo francamente por ser tan sensato y fiable durante la mayor parte del tiempo (por lo menos, con más frecuencia que muchas otras personas en las que Leo confía, sólo para sufrir desencantos). Cuando intento analizar la asociación Leo-Virgo, desfila por la pantalla de mi mente una serie de imágenes disociadas, sin ninguna secuencia lógica o cronológica: un chiquillo Virgo, menudo, de ojos oscuros, llamado Gary, que permaneció en pie durante un lapso interminable, pacientemente y sin quejarse, silenciosamente humillado porque sus hermanos mayores, más fuertes y autoritarios, un signo de Fuego Aries, y un vigoroso León, lo habían obligado a enfundarse, en la víspera de Todos los Santos, en un disfraz de conejo, con unas enormes orejas fláccidas... pero en el último momento el pequeño y dócil Virgo se rebeló, y se negó a dar un paso fuera de su dormitorio, vestido de una manera tan ridicula; un orgulloso padre Leo, de una pequeña ciudad del oeste de los Estados Unidos, que leyó con lágrimas en los ojos unos delicados versos, un poema que había escrito en su homenaje su hijo Virgo, ausente durante demasiados años infaustos... pero que no tardó en olvidar sus lágrimas cuando el chico volvió a casa, mientras dictaba arrogantemente todos los movimientos de su vástago y le exigía estricta obediencia, sin expresarle ni una vez afecto o estima, en tanto que el Virgo olvidaba la tierna poesía que había escrito como sincero tributo a su progenitor, y veía sólo la vanidad y la altanería de Leo y se resistía tercamente a reconocer el cariño tácito y la vehemente preocupación que se ocultaban detrás de las órdenes implacables de su padre y de las expectativas que éste alimentaba respecto de él; la estrella Leo, Mae West, que concedió una entrevista acerca de un hombre Virgo que ella conocía bien, y que había sido durante años un amigo afectuoso que la había ayudado mucho, pero que pasó los treinta minutos que le había asignado al reportero hablando exclusivamente de sí misma, como lo hacen a menudo las Leonas, con una absoluta inconsciencia de su egocentrismo, inconsciencia ésta que era al mismo tiempo divertida y enteroecedora; la inefable dulzura reflejada en los ojos de un León del oeste de Virginia cuando mira a su inteligente, afable y bella esposa Virgo, la cual aportó a su existencia la nueva promesa de un veranillo de San Martín y una nueva razón para vivir, después de que hubo perdido a dos esposas anteriores sucesivamente, víctimas de la misma enfermedad desquiciante, al cabo de décadas de un karma abrumador, preñado de deberes agotadores que él afrontó valerosamente con la leal e inquebrantable devoción de Leo por los indefensos, por lo cual fue recompensado con la canción que su apacible enamorada Virgo entona ahora en homenaje a su gran corazón de León que no se había atrevido a esperar un nuevo amor, hasta que ella llegó, flotando en el aire como un milagro con acompañamiento musical. Fragmentos de imágenes, pequeñas partículas y elementos que giran en torno de la rueda astrológica de la vida, coloreadas por el brillante y soleado amarillo dorado y púrpura real de Leo... combinándose con el blanco, puro y chispeante, el azul sereno y el verde más oscuro de los bosques perfumados, que son los colores de Virgo. Como sucede en el caso de todos los signos solares, las tonalidades de sus auras contienen las armonías que plasman sus destinos. 74 Mujer LEO Hombre VIRGO Peter también podía ser extraordinariamente cortés... ...se levantó y le hizo una bella reverencia. Ella quedó muy complacida y le hizo una bella reverencia a él desde la cama. ¿Pensáis, tal vez, que es exagerado pedir que el amante-amigo-consorte-marido le haga una reverencia a la Leona que yace lánguidamente en la cama? (En un buen matrimonio se aplican los cuatro términos, que además son intercambiables.) Volviendo a la pregunta: posiblemente sea exagerado pedírselo a él, pero nunca será un homenaje exagerado para ella. Intuyo que algunos de vosotros sonreiréis, u otros os reiréis estentóreamente, incrédulos. No importa. La astrología tendrá, como siempre, la última palabra. A aquellos hombres de cualquier signo solar que estén leyendo esto, y que tengan una esposa Leo, los desafío dos y tres veces a ensayarlo mañana por la mañana. No la sobresaltéis, súbitamente. Empezad por llevarle el desayuno a la cama, en una bandeja, aunque sólo consista en zumo de fruta y té o café. Es posible que ella demuestre su sorpresa, arqueando discretamente una ceja, pero lo agradecerá afablemente. En ese mismo momento, hincaos de rodillas en el suelo junto a ella, con un aire mitad jocoso, mitad serio, cogedle la mano, apoyadla contra vuestra mejilla, y decid en voz baja: «Esta es la única forma que se me ocurre de demostrarte lo que significas para mí». Poco importa quién sea ella. Si se trata de una mujer Leo (a menos que la hayan adoptado, y que en realidad sea capricorniana, en cuyo caso pensará que os habéis vuelto locos), aunque esto suene muy «histriónico» o teatral, la dama sonreirá radiantemente, sus ojos brillarán, sus mejillas se sonrojarán de placer... y os mirará con tanto cariño que os dejará momentáneamente alelados, y ya no os sentiréis ridículos. Ensayadlo y comprobadlo personalmente. No hay en el mundo una sola Leona a la que la abochorne semejante escena. En realidad es asombroso comprobar con cuánta informalidad y donaire un Leo acepta cualquier tributo de veneración como algo natural y justo. Algunos Leo lo exigen, y todos lo desean... y absolutamente ninguno lo rechazará jamás. Este es un hecho incontrastable. Ahora podéis imaginaros a una mujer que experimenta una necesidad abrumadora de ser adorada, y que está enamorada de un hombre Virgo, el cual bien la ama, pero no atina a escoger una taijeta sentimental para felicitarla en el día de su cumpleaños, es demasiado tímido incluso para mirarla con afecto delante de otros, para no hablar de cogerle la mano o rodearla con el brazo cuando miran los demás... un Virgo que sólo le dice a su Leona «te amo» quizás una vez por año, que siempre la regaña por sus derroches, que le exige que sume y reste en la calculadora los cheques cancelados, mientras ella permanece valerosamente plantada delante de él, demasiado altanera para llorar, luciendo un suéter nuevo, un nuevo peinado, otro color de lápiz labial, y suplicándole en vano con la mirada que elogie su belleza. ¿Os lo habéis imaginado? ¿Os lo habéis imaginado y os entristece? Esperad. Os pintaré otro cuadro desolador. Preparad el pañuelo. Un hombre Virgo puede sufrir vértigos e hipertensión arterial cuando lo obligan a vivir en medio del caos y la confusión. Este hombre debe conservar el orden en su existencia y su entorno, pues de lo contrario su sistema nervioso se desquicia. Práctico y conservador por nañualeza (a menos que la Luna o el ascendente de su natividad esté en un signo de Fuego o de Aire), aborrece la disipación y el despilfarro. Se preocupa por su salud, se ofusca por los detalles, y cuando se rompen sus esquemas, o incluso cuando se alteran momentáneamente, se marea y experimenta una opresión en el pecho. Lo acomete el pánico cuando sus bienes personales se extravían o son destruidos. Los gritos y las escenas dramáticas y emocionales desbaratan su sosiego. Es afable, y un poco introvertido y sensible, y por tanto cuando algo lo humilla casi desea estar muerto. (O por lo menos misericordiosamente desvanecido.) Ahora imaginaos a un hombre con hábitos tan rutinarios, con cosñimbres tan metódicas y una estabilidad emocional tan delicada, enamorado de una Leona, que también lo ama, y que sin embargo insiste en gastar el doble de lo que ganan los dos juntos para comprar todos los lujos que ve y que la atraen, que reordena periódicamente el escritorio y la cómoda de él y arroja a la basura sus calcetines y corbatas favoritos si por casualidad no la complacen sus colores, sin tomarse el trabajo de comunicárselo. Agregad unas cuantas 75 pinceladas más al cuadro. Imaginad que esta Leona tierna y cariñosa deja distraída e involuntariamente sobre el lavabo sus artículos de maquillaje, que desparrama descuidadamente sus camisones por el dormitorio como si esperara que una legión de criados restaurase la pulcritud y el orden, que se irrita con su hombre Virgo cuando éste ofende su dignidad de alguna manera insignificante, y que lo castiga con un sermón propio de Leo delante del fontanero o de su periquito. ¿Podéis imaginaros lo que experimenta este hombre sensible cuando por la noche ella le cuenta historias de todos sus antiguos novios, justo antes de acostarse, mientras él está plantado humildemente frente a ella, luciendo el pijama que ella manchó con lejía, y que ostenta en el costado un desgarrón que él mismo intentó zurcir torpemente, en razón de lo cual una pierna es diez centímetros más corta que la otra... nervioso y consciente, mientras ella recita los episodios románticos de antaño, de que el reloj despertador está averiado, lo cual implica que es posible que él se quede dormido y que a la mañana siguiente llegue tarde al trabajo... procurando olvidar que esa tarde ella abolló el guardafango posterior del auto, y que el mes anterior no pagó el seguro del coche porque estaba totalmente consagrada a redecorar el cuarto de juegos, en razón de lo cual él tuvo que constituir una segunda hipoteca sobre la casa para pagar los gastos? No necesitáis más imaginación para saber qué sucederá después de la escena precedente, cuando se apaguen las luces. La Leona se sentirá herida porque su cónyuge se habrá dormido instantáneamente (como le corresponde a alguien que ha sufrido un colapso nervioso total) sin darle las buenas noches con un beso. Incluso es posible que ella esté aún más ofendida por la mañana, porque el pobre hombre habló en sueños durante toda la noche, lo cual le impidió disfrutar de su apropiado descanso embellecedor. Él tiene la culpa de todo, le informa la Leona, cuando se mira en el espejo y ve sus ojeras. Sí, todos estos son casos extremos, pero los extremos son útiles para alertar a un hombre y una mujer que deben cuidar mucho sus respectivos talones de Aquiles si desean nutrir, en lugar de matar por inanición, el amor que experimentaron al conocerse. El egocentrismo, la vanidad y el orgullo de la Leona se transforman por arte de magia en afable consideración y cariñosa generosidad cuando la miman y la adoran, cuando respetan sus sentimientos... sí, e incluso los veneran. Así como las críticas obsesivas y el frío desapego del hombre Virgo se transforman por arte de magia en tierno afecto y en un comportamiento extrovertido, más sereno y al mismo tiempo más cordial, cuando lo tratan con cortesía y lo valoran sinceramente, en lugar de hostigarlo a cada rato. Si él desea hacer prosperar esta relación, deberá comprender desde el vamos que tendrá que reprimir, si no desechar por completo, su propensión nañiral a ser criticón. Criticar a esta mujer es una garantía de que habrá problemas. Su orgullo de Leo determina que le resulte más difícil de lo que él jamás podrá comprender (o de lo que ella jamás podrá demostrar) el aceptar aunque sólo sea la censura más insignificante. Cualquiera pensaría que le resultaría más fácil recibirla del hombre que la ama. No es así en el caso de la mujer Leo. La ofende más que sea el hombre que le interesa, y no cualquier otro, quien desaprueba algo que ella hace o dice. A la Leona sólo se la puede corregir mediante insinuaciones sutiles, utilizando el mayor tacto, y nunca con críticas directas menos aún con sermones. Hay que dejarle conservar la ilusión de que está más o menos por encima de todo reproche. No se le dice a la reina que está equivocada, sino que se le sugiere prudentemente un plan mejor. Al principio, el hombre Virgo se sentirá frustrado por el hecho de tener que reprimir por completo su instinto crítico, pero deberá acostumbrarse sencillamente a ello o resignarse a que la Leona que capturó se evada inevitablemente de la jaula restrictiva de sus censuras para volver a deambular en libertad. La opción es tajante, y recae sobre él. Aunque a un Virgo nunca le resulta fácil tributar cumplidos con gracia, él deberá aprender a satisfacer el hambre y la sed de admiración que experimenta esta dama. Asimilará más rápidamente este arte cuando descubra hasta qué punto los halagos frecuentes y sinceros pueden endulzar y suavizar el carácter de ella, y pueden transformar su rugido colérico o su enfurruñamiento orgulloso en un ronroneo satisfecho. Una o dos palabras afecñiosas, pronunciadas en el momento oportuno, harán aflorar con todo su esplendor la personalidad fulgurante de la Leona. Ésta es un animal «noble», y cuando el hombre estimula sus cualidades regidas por el Sol, y no las sepulta bajo toneladas de conservadurismo materialista de Virgo, la Leona puede ser una eterna fuente burbujeante de esperanza y dicha, cuya compañía es maravillosa en todo sentido... y capaz de crear exactamente el tipo de atmósfera armoniosa que él necesita. Se torna perezosa y negligente sólo cuando está aburrida y no se siente apreciada. Por supuesto, ella deberá bajar de su trono y encontrarse con él a mitad de camino. Nunca deberá discutir con el Virgo a la hora de la comida, mientras éste ingiera sus lentejas y garbanzos, porque las emociones tensas convierten los alimentos en ácidos, que producen una fuerte indigestión. Si ella lo ama tanto como para tomarse el trabajo de tratar de entender su metabolismo emocional personal, y el hecho de que se sienta 76 obligado a resolver todos los pequeños y grandes problemas que se le presentan porque piensa que si todo no está en orden y en perfectas condiciones su mundo se vendrá abajo, el corazón generoso de la Leona encontrará la forma de hacerle desarrugar el ceño y de mitigar muchas de sus tensiones. Ella podrá recordarle que la perfección misma es una imperfección, porque le quita a la vida el encanto del contraste y todas las texñuas excitantes formadas por la luz y la sombra, dejando sólo una superficie lisa, monótona y tediosa. Pero todo esto deberá explicárselo afablemente, sin arrogancia, cuidando de respetar también las opiniones de él... y escuchando realmente lo que le dice mientras conversan, en lugar de limitarse a esperar que le llegue a ella el turno de hacerse oír. Si no existe una comunicación mental y emocional entre ambos, que no esperen que su unión sexual sea todo lo que debe (y puede) ser. Habrá momentos en que el acto amoroso de él será demasiado insensible y mecánico para los deseos más espontáneos de ella, y entonces la desaprobación ostensible de la Leona aumentará la humillación y el desaliento del Virgo. La fría soberbia de ella puede actuar como un sedante sexual, y la silenciosa crítica de Virgo tampoco es precisamente el afrodisíaco más eficaz de la Naturaleza. Él debe permitirse más libertad y enñisiasmo en su expresión sexual para descubrir que el acto amoroso está destinado a ser algo íntimo y compartido, sin temor de rechazo, y no simplemente un desahogo cauteloso y parcial de sentimientos, y también que la desbordante experiencia de la fusión física entre un hombre y una mujer es algo más que un simple intercambio controlado de afecto. Ella necesita verificar que la pasión puede ser a veces apacible, como un susurro. A menudo, lo único que les hace falta para unir sus corazones y transportarlos a la realización total que pueden alcanzar juntos es un cambio de actitudes... y un pequeño esfuerzo adicional para comprender sus respectivas necesidades más intrínsecas, que no son tan diferentes como podrían parecer. Como están influidos por la vibración 2-12, es posible que él represente para ella, de alguna manera, una seguridad material o emocional, en tanto que ella intuye que de este hombre inteligente, escrupuloso, puede aprender muchas lecciones de felicidad. A medida que se familiaricen el uno con el otro, es indudable que él aprenderá a tolerar con más ternura su temperamento independiente, impulsivo. Si ella es paciente, notará que él se enorgullece tímidamente de su belleza y sus éxitos. El amor entre Leo y Virgo se parece a una llama que arde lentamente, pero con un brillo que aumenta progresivamente de año en año, si la alimentan cuidadosamente y la protegen de los vientos del egoísmo. Él es un hombre extrañamente remoto, a veces exageradamente sensible, y en otros momentos tercamente insensible, con una implacable simetría en sus pautas emocionales. Pero su espíritu vive en un clima de pacífico sosiego. Los fríos recintos marmóreos de sus meditaciones son un lugar de reposo que el espíritu de ella puede visitar... y a veces él hace cosas, con su típica parsimonia, que resultan realmente conmovedoras al máximo. Cuando su vida en común amenaza volverse quizá demasiado ordenada y precisa, corre por cuenta de ella abrir impulsivamente las ventanas para que el sol pueda entrar a raudales, y para darle a su amor un aire más trajinado. Me pregunto qué sucedería si ella le diera a él la sorpresa de llevarle una mañana su desayuno a la cama. Deberá ser muy temprano, antes de que amanezca, porque tal vez a él se le ocurrirá una forma especial de agradecérselo, una forma que podría implicar mucho tiempo... y ella deberá cuidar que esto no lo haga llegar tarde al trabajo. 77 Hombre LEO Mujer VIRGO — ¿Cómo te llamas? — preguntó él. — Wendy Moira Angela Darling — respondió ella con cierta satisfacción — . ¿Cómo te llamas tú? — Peter Pan. Ella ya estaba segura de que él debía ser Peter, pero le pareció un nombre relativamente breve. — ¿Eso es todo? — Sí — contestó él con tono un poco tajante. Por primera vez le pareció que era un nombre más bien corto. Lo primero que sucede cuando el León conoce a la Virgen es que él se siente conmovido por una fuerte necesidad de proteger a esta dama encantadora y primorosa de las feas y desdichadas experiencias de la vida, con su extraordinario vigor y su corazón amante. Lo que sucede en segundo lugar, después de un tiempo, es que él empieza a experimentar una ligera sensación de inquietud. Al mirarse en el espejo descubre, incómodo, que quizá necesita un corte de cabello. Entonces observa en su mejor americana unas pequeñas manchas que hasta ese momento le habían pasado inadvertidas, y se apresura a enviarla a la tintorería. De pronto sus zapatos le parecen bochornosamente maltrechos, y decide comprarse varios pares nuevos. Mientras hace las compras, se le ocurre pensar que a su guardarropas también le vendrían bien algunas camisas nuevas, quizá de colores ligeramente más mitigados que los muy chillones que está usando. O los muy monótonos que está usando. Lo que sea. Gradualmente, se le infiltra en el cerebro la sospecha vagamente inquietante de que tal vez su vocabulario no es el modelo de perfección que siempre creyó que era, hasta ese momento, y por tanto se sume en circunstanciales períodos de silencio (SILENCIO... un LEO? Sí.) Y empieza a echar ojeadas al diccionario, cuando está seguro de que ella no lo mira, para verificar si la palabra que acaba de emplear mientras conversaban significa lo que siempre pensó que significaba. No se trata de que ella haya dicho algo concreto, entendedlo. Es demasiado amable para criticarlo verbal o directamente (por lo menos hasta que lo conozca mejor). Pero sí se trata de la forma en que lo mira... de esa fría expresión de sus ojos despejados y hermosos... de la apenas perceptible sugerencia de desaprobación que cruza por sus rasgos serenos, compuestos. No llega a ser de disgusto, pero está tan próxima a serlo que su vanidad ya no puede descansar en paz. El León corre peligro de que lo domestiquen. Y ella ni siquiera empuña un látigo, o una pistola cargada con balas de fogueo. Dicen que la música amansa a las fieras. Y la suave música de la naturaleza puntillosa de Virgo, de su discernimiento, y de su exquisito sentido de la belleza, acompañada por los modales afables y corteses de Virgo y por su forma cautivante de expresar el respeto y la admiración que le inspiran las virtudes de él, puede transformar al hombre Leo más egocéntrico y rugiente en un gatito dócil y juguetón, que ronroneará complacido y se revolcará extáticamente en el bálsamo de la seducción de Virgo. Si ella tiene la precaución de no exagerar, su técnica hará prodigios con el gran gato. El la adorará por hacerlo sentirse tan venerado, y no sospechará que ella es la responsable de los cambios graduales de su estilo de vida. Después de un tiempo, él perderá su desasosiego, y empezará a sentirse más relajado, más complacido con su nueva imagen, más confiado que nunca. No hay duda de que persuadir a un Leo de que debe perfeccionarse, reforzando su amor propio en lugar de destruirlo durante la operación, es una proeza rara y meritoria, por la cual habrá que dar unas palmaditas de aprobación a la chica Virgo en su pulcra y bien peinada cabeza. Pero si ella se dejara entusiasmar por su éxito hasta el punto de emprender alguna crítica seria y de regañarlo, habrá traspasado el límite de seguridad. Este es un límite sutil, difícil de determinar, pero como las Virgo son expertas en trazar y definir sus límites sutiles, existen muchas probabilidades de que ella tenga el sentido común necesario (todas las Virgo son ricas en sentido común) para conformarse con la ventaja obtenida y adoptar otra política de elogios a los magníficos cambios que él introdujo en sí mismo. Si al menos todos tuvieran tanta capacidad para autoperfeccionarse. El es tan introspectivo, y tiene una autodisciplina tan increíble. ¡Es realmente asombroso! Sí, no es menos que asombroso el hecho de saber transformar lo que fácilmente podría haber sido un menoscabo del gigantesco ego de Leo en otra razón genuina para decirle que es muy fuerte e inteligente. Eres 78 portentosa, dama Virgo. Ahora por favor no lo eches todo a perder. Una vez que lo hayas moldeado y reestructurado para adaptarlo más o menos a tu ideal de la perfección masculina, reprime tus críticas. Deja que conserve unos pocos defectos, para que siga siendo humano. De lo contrario, no tardará en descubrir lo que has hecho (si sigues haciéndolo), y una vez que se haya asentado todo el serrín de su dignidad ultrajada volverás a encontrarte convertida en una virgen literal, y no simbólica... por así decir. Sola, sin tu consorte otrora afectuoso, cariñoso y leal. No polemices conmigo, por favor. Eso se parece bastante a la virginidad material. No hay mucha diferencia. Si insistes en analizarlo hasta las últimas consecuencias, es realmente peor: una virgen literal no sabe lo que ha perdido porque no ha experimentado la realización del auténtico amor. Tú lo sabrás. Y sufrirás... al recordar la dicha pasada. Será mejor que le permitas cometer un error de cuando en cuando, usar ocasionalmente una camisa deportiva de colores chillones, calcular erradamente el saldo de la cuenta bancaria... y que sonrías cuando deforme un poco una anécdota al contarla, que le dejes creer que es tan buen conductor como él supone, y que nunca le recuerdes que a veces se equivoca de autopista cuando es él quien consulta el mapa de carreteras... todas esas cosas. ¿No te parece? ¿Por qué decirle que la jalea que prepara cuando hace chapuzas en la cocina es demasiado blanda, que su guiso de tallarines es demasiado duro, que su voz de barítono desentona más de lo que entona, cuando canta en la ducha? ¿Qué ganarás así? Nada. Pero podrás perder mucho. A él, por ejemplo. Y eso es mucho. Cuando esta relación prospera, es estupenda. No obstante la tendencia de la mujer Virgo a criticar desmedidamente a los demás — y a criticarse casi con crueldad a sí misma — las vibraciones que se intercambian la Virgen y el León en su configuración de signos solares 2-12 permiten que ella sea excepcionalmente prudente y tolerante al juzgar a este hombre. La comprensión que manifiesta respecto de sus actitudes, por muy ajenas que éstas sean a las suyas propias, se explica por el hecho de que su alma kármica recuerda haber experimentado recientemente las motivaciones de Leo (Leo representa para Virgo la duodécima Casa del Karma). Siempre existe la posibilidad (sobre todo si se produce un intercambio negativo entre las posiciones del Sol y la Luna de sus respectivas cartas natales) de que ella cometa uno que otro desliz, y lo regañe un poco, pero en general es probable que él reaccione bastante bien. Cuando ella pise con demasiada fuerza su susceptible cola de León, él lanzará un rugido intermedio de advertencia, y ella se disculpará dulcemente. Sin embargo, en términos generales, la armonía entre los dos se restaura con bastante facilidad, después de los pequeños malentendidos. En última instancia, Leo se saldrá con la suya. Es posible que ella deslice insinuaciones sutiles, y a veces él se dejará llevar por sus sugerencias, pero sólo cuando le convenga. El lo decidirá. Leo es la autoridad indiscutida, y la última palabra sensata respecto de todas las decisiones y cuestiones importantes será la suya. (Será mejor que lo sea, a menos que ella quiera cuidar de él durante períodos deprimentes de vanidad herida y enfúrruñamiento.) Lo realmente reconfortante es que como ella se somete con tanta mansedumbre y buena voluntad a las preferencias de su real majestad en la mayoría de los casos, él se sentirá facultado para recompensarla, agradecido, con todo el cálido fulgor de su naturaleza de Leo, y tratará a esta mujer afable, inteligente, de ojos despejados, con una benevolencia casi tangible. Ella disfrutará más que nadie de la verdadera nobleza y generosidad del León, y por tanto la ostensible veneración que le tributará no será fingida, sino que le brotará del corazón. Todos los Leo del mundo están «enamorados del amor», virtud ésta que convierte al León típico en un amante insuperado. Es innegablemente sensual, pero es igualmente sentimental. Aunque sus deseos son a menudo eróticos, sus actos amorosos siempre tienen una dimensión adicional de honestidad y naturalidad, lo que permite que la mujer Virgo confíe en él en la medida suficiente para relajarse en sus brazos y para entregarse más de lo que normalmente suele hacerlo. En el comportamiento sexual del hombre Leo hay algo inconfundiblemente placentero y confortable. Éste se las apaña para trocar la demostración física del amor en un gesto de ternura, creando un sentimiento de seguridad emocional que convierte el sexo en una manifestación de pasión y en algo cálido, protector. En un nivel inconsciente, esto hace aflorar todo lo que hay de virginal y puro dentro de la naturaleza de la mujer Virgo, y entonces ella responde con entusiasmo y con una fe conmovedora en la dulzura de él. Leo abre su mente y su corazón cuando alimentan su confianza en sí mismo, y por ello los Leones inspiran tanto cariño y deseos de abrazarlos (y también por ello es tan fácil perdonar sus accesos de orgullo y arrogancia insoportables). Por otra parte, la cautivante sencillez de la actitud sexual de Virgo despierta en él lo mejor de sus talentos eróticos, que son considerables. Un elemento que podría sofocar su armonía física es la posibilidad siempre presente de que ella elija un momento en que él piensa silenciosamente en el romance para abordar con innecesaria crudeza una cuestión secundaria, lo cual hará que su León la mire con glacial altanería y se repliegue ofendido... quizá hasta el extremo de llevarse la almohada y la manta hasta el sofá de la sala donde fruncirá el ceño como un monarca expatriado y dormirá 79 solo. Pero volverá por la mañana, cuando se le enfríen los pies y esté nuevamente de humor para acurrucarse junto a ella. Curiosamente, es posible que ambos duerman mucho. Comparten un tipo de metabolismo que necesita más de ocho horas de sueño por noche (si son representantes típicos de sus signos solares). Generalmente se acostarán temprano y se levantarán temprano. Leo necesita un largo lapso de sueño nocturno para reponer su espléndida energía física. Ella necesita el descanso extra para reponer la energía mental que utiliza copiosamente durante toda la jornada cuando se preocupa por las cosas y procura disimularlo. Es posible que el León también se eche unas siestecitas a última hora de la tarde, en razón de lo cual ella pensará, al principio, que es holgazán. Pero el hombre León, como el León de la jungla, sólo parece ser indolente. Después de un rato bostezará, se desperezará lánguidamente, como un gato, y se pondrá muy activo: hará reparaciones, aserrará objetos, remodelará algo, sugerirá con gran excitación un viaje o una nueva aventura... en síntesis, se ocupará de las cosas. La mujer Virgo quedará encantada con la habilidad de su hombre Leo para reparar todo lo que está roto (incluidas las pequeñas grietas que aparecen en el corazón de ella cuando se siente agraviada), y con el hecho de que normalmente él no remolonea cuando algo — incluida ella — necesita de su atención. Así como él se sentirá encantado con la escrupulosidad de ella, con su aspecto pulcro, y con la imagen aplomada y atractiva que irradia siempre en público. A los Leo les gusta poder exhibir con orgullo a sus damas (así como sus logros). El se sentirá particularmente complacido de la perspicacia de ella. Muchos hombres Leo tienden a casarse con mujeres que no son superiores ni iguales a ellos desde el punto de vista intelectual, pues así el rey tendrá una súbdita y admiradora a la que podrá adiestrar, educar y sermonear. Pero el León más dichoso es aquel que encuentra en su amiga o esposa un desafío mental estimulante. Y esto es algo que la mujer Virgo ciertamente le suministrará. La personalidad de él está regida por el poderoso Sol en persona, y por ello la mujer Virgo se siente a menudo agradablemente tostada en su presencia (y a veces un poco chamuscada). La personalidad de ella está moldeada e influida tanto por su regente temporal. Mercurio, como por el verdadero planeta regente de Virgo, Vulcano, que no tardará en ser descubierto. Mercurio determina que sea, en la superficie, sagaz, alerta, versátil y casi constantemente activa. En un nivel más profundo, el atronador Vulcano ya activa en su corazón un extraño tipo de música, que promete liberar su espíritu de restricciones pasadas, y que se atreve a insinuar que algún día será tan valerosa y audaz, y tan independiente, como el mismo Leo. La presunción de semejante metamorfosis, quizá no muy lejana, es embriagante. Tal vez sea esta misma promesa del futuro la que le entona a la noble personalidad solar de él una canción del mañana, ¡cuando los dos se remontarán juntos a alñiras aún mayores! Pero mientras tanto, en el reconfortante ahora, él se siente agradecido por la serena presencia de Virgo, por los sueños prácticos que ésta le aporta, satisfecho de sentirse agraciado por su fresca dulzura, por su fascinante combinación de Tierra y Cielo... bendecido por su risa, semejante a los cascabeles de un trineo. El obsequio que él le hace cada radiante y nueva mañana que despiertan el uno en brazo del otro es una tajada del Sol... envuelta en las felices cintas doradas de su optimismo inconmovible, de su confianza en que ése será un día hermoso. Como de cosñimbre, él tiene razón... ¿acaso no la tiene siempre? Cualquiera que sea el estado del tiempo, será un día hermoso, porque incluso la lluvia mansa y límpida es una bendición fragante... la nieve centelleante y fría es un milagro... cuando estás enamorado y sabes que a la vez eres amado.

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